Jueves, 14 Abril 2016 17:58

Las personas excluidas pueden ser tan o más altruistas que el resto

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Un estudio de la Universidad de Córdoba analiza las variables que afectan al comportamiento prosocial de los individuos

 
El altruismo, la cooperación o la solidaridad son, para la Psicología Social, comportamientos prosociales, es decir, desarrollados con la intención de beneficiar a los demás. Sin embargo, esto no lo eximen de tener como fin último una motivación egoísta si, por ejemplo, quien se comporta así busca obtener ciertos favores de la persona que auxilia o para conseguir cierto reconocimiento, o aunque sólo sea para reducir la angustia o tensión que supone la situación de emergencia de otra persona.  Una situación que ha ido en aumento en los últimos años debido a la crisis social y económica que ha azotado a Europa.

Hasta ahora la creencia generalizada es que los individuos en situación de exclusión social son menos proclives a llevar a cabo comportamientos prosociales sobre todo cuando son muy sensibles al rechazo social. Según explica Esther Cuadrado, “las personas que siempre están muy alerta ante las situaciones de exclusión social, como esperándolas continuamente, serán personas que reaccionen de forma más exagerada cuando perciban señales de rechazo social y en consecuencia lleven a cabo menos comportamientos prosociales en situaciones de exclusión social, e incluso comportamientos antisociales y agresivos”. No obstante, un estudio realizado por investigadoras de la Universidad de Córdoba y financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (MINECO) ha tratado de profundizar en este tipo de comportamientos y ha determinado que existen determinadas situaciones en las que estar excluido puede llevar a comportarse de forma más prosocial que estar incluido. Así, el equipo de investigación de la UCO, dirigido por la profesora Carmen Tabernero, ha demostrado que cuando se percibe la posibilidad real de reconectar y abandonar la situación de exclusión es habitual encontrar una tendencia hacia los comportamientos de colaboración o solidaridad.
 
Cuadrado explica que “el ser humano posee una necesidad inherente de sentirse incluido, de sentir que forma parte de un grupo. Por eso, un individuo que experimente una situación de rechazo social intentará mostrar una cara amigable y hacer ver al grupo que es un miembro valioso a través de comportamientos prosociales, pero eso solamente si percibe que tiene la posibilidad de volver a ser incluido en el grupo. De lo contrario, la situación de exclusión social le llevaría a comportamientos agresivos y antisociales”
 
Para llegar a esa conclusión, las investigadoras de la UCO han desarrollado dos estudios experimentales. En el primero tomaron parte 93 estudiantes universitarios seleccionados aleatoriamente. Tras contestar un cuestionario online para evaluar ciertas variables, los estudiantes pasaban a efectuar unas tareas de reparto de recursos supuestamente con otros participantes conectados online y que les permitirían ganar puntos intercambiables por dinero. En realidad era parte de la manipulación y, aunque creían estar haciendo las tareas dentro de un grupo online, estaban jugando solos frente a su ordenador. La cantidad de recursos que donaban en las tareas de reparto a los compañeros ficticios sirvieron para evaluar si sus comportamientos eran más o menos prosociales.
 
En el segundo estudio participaron 119 estudiantes seleccionados aleatoriamente. El procedimiento fue similar al del primer estudio. Después de rellenar un cuestionario online los estudiantes fueron informados de que tendrían que hacer determinadas tareas en grupos online que les permitirían ganar puntos intercambiables por dinero. Para generar los dos grupos experimentales, los participantes jugaron una ronda de Cyberball, un programa creado para ser utilizado en investigaciones sobre la exclusión/inclusión social en la que los participantes juegan online a pasarse una pelota. Los participantes jugaron de manera aleatoria en una condición de inclusión (recibiendo muchas veces la pelota) o en una condición de exclusión (prácticamente no recibían la pelota). A continuación, efectuaban las tareas de reparto de recursos con los mismos miembros ficticios con los que creían haber jugado al Cyberball, de forma que al igual que en el primer experimento, la cantidad de recursos que donaban a sus compañeros de grupo nos servía para evaluar en qué medida se comportaban prosocialmente.
 
La intención de las investigadoras era establecer un modelo predictor del comportamiento prosocial tanto en situaciones neutras como en situaciones de exclusión frente a las de inclusiónestableciendo qué variables podían predecir el comportamiento prosocial y las relaciones que podían establecer entre ellas. Todas las variables estudiadas (disposición a ser prosocial, sensibilidad al rechazo, percepción de eficacia individual y grupal para ser prosocial, confianza en los demás, ira y deseo de afiliación social) revelaron predecir significativamente el comportamiento prosocial directa o indirectamente.
Entre las conclusiones obtenidas, recogidas en un artículo publicado en la revista Frontiers in Psychology, las investigadoras exponen que para obtener comportamientos prosociales resulta conveniente promover en los individuos su propia predisposición a ello, así como la certeza de que tanto ellos como su grupo pueden ayudar a los demás de una manera eficaz y la confianza que tienen en los demás. Igualmente, los resultados de los estudios destacaron la relevancia de contar con programas específicos para reducir la ansiedad de sentirse rechazado con objeto de prevenir comportamientos negativos o violentos.
 
Esther Cuadrado, Carmen Tabernero and Wolfgang Steinel. ‘Determinants of Prosocial Behavior in Included Versus Excluded Contexts’. Frontiers in Psychology, 07 January, 2016
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